domingo, 3 de marzo de 2013

Ferrankenstein


A sabiendas de mi escasa enjundia a la hora de pretender riquezas, es normal que te preguntes como puedo vivir de este modo tan abundante y cómodo.
Y a sabiendas de mi escasa vocación por perseguir el éxito material, pues te imaginaras que toda esta fortuna ha venido a mí por obra y gracia de la divina providencia, y en efecto, así es.

Todo lo que soy (en argot moderno: tengo) lo debo a mi sótano, ahora ya cuna de razas y La Meca de los científicos.
Es una habitación de lo más normal, y ni yo nadie hubiera podido adivinar que me reportaría pingües beneficios.
Pero resulta que emulando a Moureau, Mengele, Frankenstein y otras eminencias del campo de la genética, y sin tener ni pajolera idea de lo bien que se me daba, me puse yo también a jugar con la vida.

Creé las condiciones precisas, sin saberlo, y la vida, siempre abriéndose paso, hizo el resto. Tú dirás que la culpa es de los cerdos del ayuntamiento, por sacar a paseo el camión de la basura orgánica una escasa vez al mes, bueno, puede ser.
De acuerdo, he estado estudiando el árbol genealógico del alcalde, y sí, desciende directamente de Diógenes, y sí, me he colado en su oficina y he descubierto que trama mil subterfugios para sepultar la ciudad bajo toneladas de basura podrida... pero resulta que los bichos aparecieron primero en mi sótano, así que jódete. No importa a quien le atribuyas todo éste dudoso merito, la guita es para un servidor.

Reconozco que me asusté un poco cuando los vi por vez primera, todos allí en mi sótano jugando al mus, durmiendo por los rincones... que yo bajaba distraído y en pantuflas, y fue todo un impacto topar de bruces con aquel pesebre.
Porqué los había de todos los colores y tamaños. Parecía mentira que todo aquel circo de los horrores hubiera podido salir de unas, cada vez más radiactivas, bolsas de basura. Aunque en fin, considerando que la verdura cada día lleva mas petroquímicos, que el camión de la basura tuvo un fallo mecánico una vez, que al mes siguiente tuvo un fallo gastrointestinal su conductor y que todos sus posibles substitutos estaban en Mallorca perfeccionando el dialecto balear del alemán, pues el desenlace no se antoja tan descabellado. Tres meses de basura orgánica adulterada en plena metamorfosis sólo porque el camión dejó de pasar dos veces. Así es el mundo de mi (ese lentísimo) Sr. Alcalde.

Su mundo y sus subsiguientes submundos, claro está. El de mi sótano estaba bastante bien distribuido, con un sistema social de castas jerarquizado aunque bastante equitativo, criaturas sin catalogar que convivían entre la inmundicia en bastante armonía y no obstante, con cachondeo y despiporre. Una maravilla.

Pero es que el sótano es mío y no hay más que hablar. Por lo tanto decidí deshacerme de ellos. Y en realidad pensé dejarlo en manos de mi espinazo y Mr. Proper (me contó que se había quedado calvo del estrés de luchar contra criaturas del averno cada vez que se estropeaba el camión de la basura en éste pueblo, que antes de eso se hacia cosquillitas en la entrepierna con las puntas de su melena), pero al final pensé que igual los científicos estarían interesados en... en fin, en “aquello”. Y juro solemnemente que no lo hice con ánimo de lucro. Pero me sentí tan profundamente presionado cuando sugirieron distraída e indirectamente darme dinero por ver como me limpiaban la cueva, que pensé... “bueno va”.

Ahora me baño en leche de burra y esnifo cristales de Swarovski, por pasar el rato, porque tanto dinero la verdad es que te vuelve ocioso. Vale, bastardos envidiosos, y vil, ya lo he dicho.

Eso sí, aún conservo el alma pese a ser un potentado, aunque sea mínimamente. Lo sé porque el otro día sentí algo parecido a una ligera emoción cuando vi a una de las criaturillas de mi sótano por la TV. Se conoce que es un personaje muy popular entre los imbéciles que conforman el vulgo, ya se sabe como son, idolatran e imitan cualquier cosa si aparece en esa pantalla.
Y también es cierto que cuando mis vasallos me pasean a hombros por las calles del pueblo me parece distinguir en ocasiones a algunas de mis criaturas bípedas... pero nunca estoy seguro porque la gente de este pueblo es rara de cojones.

La verdad es que observándolos cualquiera diría que son todos criaturas salidas de... Oh, espera! Oh sí, Sr. Alcalde, su maquiavélico plan es sencillamente genial.









1 comentario:

Anónimo dijo...

Ese keller!! M has fet riure una bona estona, quina vidilla li has sapigut donar a la putrefaccio,bona redaccio ferdinan's! Felicitats!

Eli