domingo, 16 de enero de 2011

Dulce demencia.


Oh dulce demencia/ mi corazón arde por ti/ no me desesperes/ ven desnuda a mí con tus alas de mil cueros arrancados/ aquí donde el placer encadena profundos secretos/ en los chorros tras la oscuridad.

Bajo lunas llenas/ de líricas enceradas/ la poesía de lxs muertxs anega el alma/ cual semilla escarchada de los demonios liberados/ maldiciendo con vértigo las estrellas.
Y en su danza, en trance, he apreciado/ separarse ampliamente, manchados, muslos obsidianos.
Portales himeneos a los lados oscuros/ un vistazo a las ruinas en las que la demencia yace.

Oh dulce demencia…

Embrujado por sus presagios/ una honda obsesión en mi mente/ con el mundo hundido bajo mis pies/ entre arboledas de altos cedros y sublimes tumbas para egoístas.
Descansando toda su importancia/ en alas de mármol que se propagan en los cielos/ sobre un valle de sueños que pareciera/ que la luz del día lucha por dejar atrás.

Estas visiones me golpean como el sexo furioso/ clavando labios húmedos en las frías paredes/ destellos de lujuria entre las cenizas/ salpicados sobre mi palio psíquico/ cuando lxs amantes híbridos alcanzaron su clímax/ con su estocada final/ pues yo todo lo veo/ sin que me vean a mí.

Prohibida demencia/ en la eterna fábula de Judecca/ un santuario para el pecado… / para el paraíso rival/ pero no para los trágicos naufragios del edén.
Pequeñas misericordias observando las bóvedas/ de edificios ya demacrados y derruidos/ en medio de las nieblas que alumbran tus dedos.
Desde donde las más terribles sombras/ se dibujan otra vez en los pernos oxidados/ y hasta se atreven con los bellos umbrales/ que el sol mordaz se arrodilla a besar.

Espejismos del anochecer entre tu crueldad que es la fantasía/ que lxs hijxs de Dios jamás perdonarán/ pues no habrían de vivir este tipo de tormento.

Yo, hipnotizado, no emergí de los sepulcros/ con sus valses sibilantes/ a través de la penumbra creciente/ sino del flujo de la luna floreciente/ dejando al descubierto un rostro borrado/ vejado desde el útero.

En la demencia escondida/ se extienden vuestras mentiras ególatras/ santificando y bendiciendo el repulsivo pecado.

Orificios demacrados y derruidos/ en miedos de la niebla que alumbran mis dedos/ y observo sin revolverme/ vuestras asquerosas carnalidades/ que pocas bestias consentirían.

Entre la loba y el perro/ se relacionan mostrando los colmillos/ un rito nocturno de coños y fauces/ que observa altivo quien aguarda para cazar.

Fueron esos mil suspiros que me apresarán durante siglos/ los que entre la bruma de láudano/ todos pinté.

La extensa tribu de Set/ con la sangre de mis venas esclavas dibujé/ para abrazar a la muerte en paz conmigo.

Grotescas bestias en piel de mujer y hombre/ de las que el cuervo huyó sin extremidades/ hacia el suicidio entre los muslos separados y humillados de los serafines.

Mediante escaleras de mármol/ gusanos osan/ ascender como si fuesen almas elevadas.
Y en su danza, en trance, he observado/ separarse ampliamente, manchados, muslos obsidianos.
Portales himeneos a los lados oscuros/ observando helado el puto laberinto donde la demencia se esconde.

Oh dulce demencia…

Sé lo que he visto…/ en los espejos opacos de la cordura/ en el último retiro del orgullo emérito/ almas monstruosas disfrazadas de lascivia/ que me atan los sueños con correas, con gran peligro
Al igual que las sombrías profecías de ascensión/ la venganza de la vida será cavada profundamente/ una trama espeluznante que se leerá/ en mi blanca paz, sucia tras salpicarse con vuestros gritos/ cuando el pánico infantil abandone su bruma y se dirija a mí.

Adelante, atrévete, ¡ven a por mí!

Exhumando la luna/ entre los barrotes de mi cuarto/ cuanto antes las amargas píldoras trago/ pero no hay Afrodita ni demonios que den lugar a mis demandas para ti.

¡No!, ¡no!, ¡no!, ¡no!, ¡no!/ no me dejéis en esta celda llena de tormentas/ ¡No!, ¡no!, ¡no! Con promesas hirientes/ con cadáveres sonrientes/ nuestro destino es la antesala del infierno del abandono.

¡Oh dulce demencia!






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