jueves, 10 de junio de 2010

Destruye


Las cosas las carga el diablo.
Perchas dobladas que empujan la ropa a caer al fondo del armario. Radios con la antena rota que no sintonizan más que nieve. Sobres que sólo se abren si rasgas su contenido. Condones frágiles como las pompas de jabón. Bebidas refrescantes coloreadas a base de colorantes concentrados. Ventiladores impotentes que parecen suspirar entre achaques. Sacos rotos que dejan escapar las palabras que se pronuncian una vez y ni una más, y diccionarios que no contienen las comunes e imprescindibles.
Lápices de mina quebradiza. Bolígrafos llenos de tinta seca. Calculadoras con contratiempos decimales. Flautas con un agujero añadido sin razón y escobillas de W.C. que ensucian más de lo que limpian. Navajas sin filo. Latas con “abrefácil” que en caso de llegar a abrirse, salpican el contenido en un radio de diez metros a la redonda, siguiendo el ejemplo del “abrefácil” de los cartones de vino.
La puta TV que intenta venderme cosas como a un imbécil y que intenta que me venda yo mismo como un imbécil. Bicicletas con cadena saltarina. Ordenadores que se ralentizan por abrir una simple carpeta. Copas rotas que te destrozan los labios. Imperdibles que se extravían. Móviles que se formatean cuando les place sin consultar. Llaves tímidas que se avergüenzan de salir a la palestra. Colchones con muelles como puñales pensados para faquires. Fruta transgénica que aguanta dos semanas hermosa y señorial fuera de la nevera, y neveras que no enfrían pero que consumen electricidad como un ordenador de la NASA.
Alfombras que abrazan el pelo felino y se niegan a separarse de él si no te pones de rodillas. Jeringuillas que se rompen con excesiva facilidad y se zambullen en tus tubos internos. Balones de baloncesto con chichones. Cuchillas de afeitar que buscan conocerte más a fondo. Cortinas traslúcidas. Sillas mareadas que se tambalean en cuanto dejas caer tu peso sobre ellas. Mortadela del Mercadona. Lupas sin aumento.
Maquinas de escribir sin la letra “s”. Libros cuyas últimas quince páginas han desaparecido. Chocolate que se derrite en la mochila untándose por doquier. Auriculares que dimiten, por separado o ambos a la vez. Cocaína cortada con Ariel. Gorras de visera ridículamente corta. Pantalones que no se abrochan pero que en caso de abrocharse de algún modo consiguen caerse constantemente.
Viagras perpetuas. Gasolina diluida en agua que detiene el coche a 400 metros de la gasolinera. Furbys autistas y Furbys lenguaraces y soeces. Coches a radio control con tendencia a lanzarse por el primer hueco que encuentran. Relojes atrasados o adelantados según a quien le preguntes. Papel de fumar espeso que atraviesa como una lija la garganta. Papel de fumar fino que se rompe cinco veces y a la sexta se despega. Altavoces con devoción por los bajos. Calzoncillos que aprietan hasta hacerte hablar cual castrati afónico hasta las cejas de helio.
Pistolas que expelen la munición por la culata. Camisas con idilios entre botones y agujeros que no se corresponden. Monedas que ruedan cuanta distancia les separe de los pies del rico de turno. Toboganes por los que no te deslizas ni untadx en aceite de oliva. Pinzas que se divorcian, y otras con alergia al sol. Papeleras más anchas que la bolsa de la basura y/o bolsas de la basura más estrechas que la papelera. Calcetines con un agujero como el de Banesto, que coincide con el agujero de las bambas, que más que ventilar, se posan sobre el pequeño y solitario charco que resistía en la amplia avenida.
Coches que se quedan sin batería, móviles que se quedan sin batería, todo tipo de trastos que se quedan sin batería. Siempre cuando más los echas en falta, sobra decir. Arena de gatos de nula capacidad absorbente. Cerveza sin alcohol. Puentes que se vienen abajo.
Micrófonos desafinados. Sartenes hambrientas que se aferran a la comida. Discos compactos con más surcos que un disco de vinilo. Botas que destrozan el pie. Cometas escapistas que exploran el horizonte en busca de una vida mejor. Café sin cafeína. Mecheros que se inmolan. Gafas que van a ensuciarse de modo irreversible en el centro del cristal. Freidoras que escupen el aceite hirviendo, y otras que le sueltan sibilinamente por debajo.
Cepillos de dientes de cerdas de acero. Espejos que deforman. Sofás pétreos sin piedad de la ergonomía. Inodoros que se atascan. Pajitas agujereadas. Ruedas pinchadas. Cristales a prueba de escobas. Escobas que acumulan la mierda igual que un palo acumula el azúcar en la feria.
Mapas incompletos y jeroglíficos. Jarras de difícil sujeción asiduas a derramar el líquido por varios puntos simultáneamente. Botellas de plástico que liberan sustancias cancerígenas si intentas utilizarlas una vez más.
Patines sin engrasar. Patines que pierden las ruedas delanteras en medio de una bajada de pronunciada inclinación. Saleros mal enroscados. Casettes con tendencia a enredarse en el equipo de música. Petardos insumisos y petardos precoces. Fuentes secas. Duchas de agua gélida pese a la inversión realizada en el calentador. Toallas de esparto. Reproductores de VHS que pierden los cuatro cabezales.
Champú irritante que surca tus sienes y se acomoda en tus retinas. Cortauñas ambiciosos que quieren también tu carne.  Gomas de borrar que llenan el papel de mugre indeleble. Ostias consagradas con regusto a cicuta. Trajes de astronauta rasgados. Motocicletas con una pésima distribución del peso. Monederos con más inmundicia que dinero. Jaulas de todo tipo. Campanas de extracción que se interponen en el camino de mis sienes, aunque inspiren éste tipo de textos.
Ventanas amplias que dan a una pared demasiado próxima y sin pintar.
Postales de gente que ya no te llama. Monos de trabajo demasiado tiempo doblados y expectantes. Peluches gigantes que ocupan espacio a cambio de nada. Cajas inútiles conteniendo todo tipo de miscelánea inútil a su vez. Armarios con estantes en los que pones el peso de un lápiz y se van abajo, llevándose consigo todos los estantes a un nivel inferior.
Y un larguísimo etcétera de objetos que además de tener precio te putean.
Así es el mundo de las posesiones y del abarcar mucho.
¿Y bien? La materia está completamente a tu merced. Arrasa hoy con todo, destrúyela sin reparos y mañana verás como tú aún sigues en pie.
Que se busque a otrx imbécil el diablo.

2 comentarios:

companya dijo...

añadir:
"escobillas del wc que manchan mas que limpian"
a lo bestia.

la flauta me ha matado!

muaackk

companya dijo...

gràcies!!!

una frase mía forma parte de tu texto!

que grande!!

:D

merci