jueves, 24 de junio de 2010

Todo es muy difícil antes de ser sencillo.




Era un hombre desalentado.

Era un hombre desalentado. Vivía hacinado en un estrecho sótano con una ventana que daba a los pies de la gente.

Era un hombre desalentado. Vivía hacinado en un estrecho sótano con una ventana que daba a los pies de la gente. Sus ropas eran harapientas.

Era un hombre desalentado. Vivía hacinado en un estrecho sótano con una ventana que daba a los pies de la gente. Sus ropas eran harapientas. Le molestaba profundamente ver gente.

Era un hombre desalentado. Vivía hacinado en un estrecho sótano con una ventana que daba a los pies de la gente. Sus ropas eran harapientas. Le molestaba profundamente ver gente. Se sentía incapaz de pensar con valentía en el futuro.

Era un hombre desalentado. Vivía hacinado en un estrecho sótano con una ventana que daba a los pies de la gente. Sus ropas eran harapientas. Le molestaba profundamente ver gente. Se sentía incapaz de pensar con valentía en el futuro. Pasaba las horas muertas viendo la puta televisión.

Era un hombre desalentado. Vivía hacinado en un estrecho sótano con una ventana que daba a los pies de la gente. Sus ropas eran harapientas. Le molestaba profundamente ver gente. Se sentía incapaz de pensar con valentía en el futuro. Pasaba las horas muertas viendo la puta televisión. No tenía amigxs que sobreactuasen como lxs de las series americanas.

Era un hombre desalentado. Vivía hacinado en un estrecho sótano con una ventana que daba a los pies de la gente. Sus ropas eran harapientas. Le molestaba profundamente ver gente. Se sentía incapaz de pensar con valentía en el futuro. Pasaba las horas muertas viendo la puta televisión. No tenía amigxs que sobreactuasen como lxs de las series americanas. Nunca le llegaba el dinero para satisfacer el impulso consumista que le inculcaban los anuncios.

Era un hombre desalentado. Vivía hacinado en un estrecho sótano con una ventana que daba a los pies de la gente. Sus ropas eran harapientas. Le molestaba profundamente ver gente. Se sentía incapaz de pensar con valentía en el futuro. Pasaba las horas muertas viendo la puta televisión. No tenía amigxs que sobreactuasen como lxs de las series americanas. Nunca le llegaba el dinero para satisfacer el impulso consumista que le inculcaban los anuncios. Sus días eran asfixiantemente similares, era preso de la monotonía.

Era un hombre desalentado. Vivía hacinado en un estrecho sótano con una ventana que daba a los pies de la gente. Sus ropas eran harapientas. Le molestaba profundamente ver gente. Se sentía incapaz de pensar con valentía en el futuro. Pasaba las horas muertas viendo la puta televisión. No tenía amigxs que sobreactuasen como lxs de las series americanas. Nunca le llegaba el dinero para satisfacer el impulso consumista que le inculcaban los anuncios. Sus días eran asfixiantemente similares, era preso de la monotonía. Sus cortinas negras impedían a lxs transeúntes entrometerse en su lúgubre soledad.

Era un hombre desalentado. Vivía hacinado en un estrecho sótano con una ventana que daba a los pies de la gente. Sus ropas eran harapientas. Le molestaba profundamente ver gente. Se sentía incapaz de pensar con valentía en el futuro. Pasaba las horas muertas viendo la puta televisión. No tenía amigxs que sobreactuasen como lxs de las series americanas. Nunca le llegaba el dinero para satisfacer el impulso consumista que le inculcaban los anuncios. Sus días eran asfixiantemente similares, era preso de la monotonía. Sus cortinas negras impedían a lxs transeúntes entrometerse en su lúgubre soledad. Consideraba a los animales un engorro.

Era un hombre desalentado. Vivía hacinado en un estrecho sótano con una ventana que daba a los pies de la gente. Sus ropas eran harapientas. Le molestaba profundamente ver gente. Se sentía incapaz de pensar con valentía en el futuro. Pasaba las horas muertas viendo la puta televisión. No tenía amigxs que sobreactuasen como lxs de las series americanas. Nunca le llegaba el dinero para satisfacer el impulso consumista que le inculcaban los anuncios. Sus días eran asfixiantemente similares, era preso de la monotonía. Sus cortinas negras impedían a lxs transeúntes entrometerse en su lúgubre soledad. Consideraba a los animales un engorro. Se reprochaba sus fracasos.

Era un hombre desalentado. Vivía hacinado en un estrecho sótano con una ventana que daba a los pies de la gente. Sus ropas eran harapientas. Le molestaba profundamente ver gente. Se sentía incapaz de pensar con valentía en el futuro. Pasaba las horas muertas viendo la puta televisión. No tenía amigxs que sobreactuasen como lxs de las series americanas. Nunca le llegaba el dinero para satisfacer el impulso consumista que le inculcaban los anuncios. Sus días eran asfixiantemente similares, era preso de la monotonía. Sus cortinas negras impedían a lxs transeúntes entrometerse en su lúgubre soledad. Consideraba a los animales un engorro. Se reprochaba sus fracasos. Consideraba que nadie podría quererle jamás.

Era un hombre desalentado. Vivía hacinado en un estrecho sótano con una ventana que daba a los pies de la gente. Sus ropas eran harapientas. Le molestaba profundamente ver gente. Se sentía incapaz de pensar con valentía en el futuro. Pasaba las horas muertas viendo la puta televisión. No tenía amigxs que sobreactuasen como lxs de las series americanas. Nunca le llegaba el dinero para satisfacer el impulso consumista que le inculcaban los anuncios. Sus días eran asfixiantemente similares, era preso de la monotonía. Sus cortinas negras impedían a lxs transeúntes entrometerse en su lúgubre soledad. Consideraba a los animales un engorro. Se reprochaba sus fracasos. Consideraba que nadie podría quererle jamás. A menudo compraba whisky para ignorar su situación con facilidad.

Era un hombre desalentado. Vivía hacinado en un estrecho sótano con una ventana que daba a los pies de la gente. Sus ropas eran harapientas. Le molestaba profundamente ver gente. Se sentía incapaz de pensar con valentía en el futuro. Pasaba las horas muertas viendo la puta televisión. No tenía amigxs que sobreactuasen como lxs de las series americanas. Nunca le llegaba el dinero para satisfacer el impulso consumista que le inculcaban los anuncios. Sus días eran asfixiantemente similares, era preso de la monotonía. Sus cortinas negras impedían a lxs transeúntes entrometerse en su lúgubre soledad. Consideraba a los animales un engorro. Se reprochaba sus fracasos. Consideraba que nadie podría quererle jamás. A menudo compraba whisky para ignorar su situación con facilidad. Juzgaba a las personas por su aspecto o incluso por su dinero.

Era un hombre desalentado. Vivía hacinado en un estrecho sótano con una ventana que daba a los pies de la gente. Sus ropas eran harapientas. Le molestaba profundamente ver gente. Se sentía incapaz de pensar con valentía en el futuro. Pasaba las horas muertas viendo la puta televisión. No tenía amigxs que sobreactuasen como lxs de las series americanas. Nunca le llegaba el dinero para satisfacer el impulso consumista que le inculcaban los anuncios. Sus días eran asfixiantemente similares, era preso de la monotonía. Sus cortinas negras impedían a lxs transeúntes entrometerse en su lúgubre soledad. Consideraba a los animales un engorro. Se reprochaba sus fracasos. Consideraba que nadie podría quererle jamás. A menudo compraba whisky para ignorar su situación con facilidad. Juzgaba a las personas por su aspecto o incluso por su dinero. Y una mañana en que salió a comprar una botella, un bebé le sonrió.

Era un hombre desalentado. Vivía hacinado en un estrecho sótano con una ventana que daba a los pies de la gente. Sus ropas eran harapientas. Le molestaba profundamente ver gente. Se sentía incapaz de pensar con valentía en el futuro. Pasaba las horas muertas viendo la puta televisión. No tenía amigxs que sobreactuasen como lxs de las series americanas. Nunca le llegaba el dinero para satisfacer el impulso consumista que le inculcaban los anuncios. Sus días eran asfixiantemente similares, era preso de la monotonía. Sus cortinas negras impedían a lxs transeúntes entrometerse en su lúgubre soledad. Consideraba a los animales un engorro. Se reprochaba sus fracasos. Consideraba que nadie podría quererle jamás. A menudo compraba whisky para ignorar su situación con facilidad. Juzgaba a las personas por su aspecto o incluso por su dinero. Y una mañana en que salió a comprar una botella, un bebé le sonrió. Y pensó “criatura, si supieras que sólo vivirás una vez, no consentirías llegar a mi situación”.

Era un hombre desalentado. Vivía hacinado en un estrecho sótano con una ventana que daba a los pies de la gente. Sus ropas eran harapientas. Le molestaba profundamente ver gente. Se sentía incapaz de pensar con valentía en el futuro. Pasaba las horas muertas viendo la puta televisión. No tenía amigxs que sobreactuasen como lxs de las series americanas. Nunca le llegaba el dinero para satisfacer el impulso consumista que le inculcaban los anuncios. Sus días eran asfixiantemente similares, era preso de la monotonía. Sus cortinas negras impedían a lxs transeúntes entrometerse en su lúgubre soledad. Consideraba a los animales un engorro. Se reprochaba sus fracasos. Consideraba que nadie podría quererle jamás. A menudo compraba whisky para ignorar su situación con facilidad. Juzgaba a las personas por su aspecto o incluso por su dinero. Y una mañana en que salió a comprar una botella, un bebé le sonrió. Y pensó “estoy tan vivo como él, ¿porque demonios me preocupo tanto?”.

Y entonces, con absoluta calma se replanteó su vida...

Era un hombre desalentado. Vivía hacinado en un estrecho sótano con una ventana que daba a los pies de la gente. Sus ropas eran harapientas. Le molestaba profundamente ver gente. Se sentía incapaz de pensar con valentía en el futuro. Pasaba las horas muertas viendo la puta televisión. No tenía amigxs que sobreactuasen como lxs de las series americanas. Nunca le llegaba el dinero para satisfacer el impulso consumista que le inculcaban los anuncios. Sus días eran asfixiantemente similares, era preso de la monotonía. Sus cortinas negras impedían a lxs transeúntes entrometerse en su lúgubre soledad. Consideraba a los animales un engorro. Se reprochaba sus fracasos. Consideraba que nadie podría quererle jamás. A menudo compraba whisky para ignorar su situación con facilidad. Juzgaba a las personas por su aspecto o incluso por su dinero. Y una mañana salió a la calle, sonrió a un bebé, y decidió comprarse unas manzanas.

Era un hombre desalentado. Vivía hacinado en un estrecho sótano con una ventana que daba a los pies de la gente. Sus ropas eran harapientas. Le molestaba profundamente ver gente. Se sentía incapaz de pensar con valentía en el futuro. Pasaba las horas muertas viendo la puta televisión. No tenía amigxs que sobreactuasen como lxs de las series americanas. Nunca le llegaba el dinero para satisfacer el impulso consumista que le inculcaban los anuncios. Sus días eran asfixiantemente similares, era preso de la monotonía. Sus cortinas negras impedían a lxs transeúntes entrometerse en su lúgubre soledad. Consideraba a los animales un engorro. Se reprochaba sus fracasos. Consideraba que nadie podría quererle jamás. A menudo compraba whisky para ignorar su situación con facilidad. Sentía un acuciante afán por comprender las motivaciones de las personas y la necesidad de ayudar a las necesitadas.

Era un hombre desalentado. Vivía hacinado en un estrecho sótano con una ventana que daba a los pies de la gente. Sus ropas eran harapientas. Le molestaba profundamente ver gente. Se sentía incapaz de pensar con valentía en el futuro. Pasaba las horas muertas viendo la puta televisión. No tenía amigxs que sobreactuasen como lxs de las series americanas. Nunca le llegaba el dinero para satisfacer el impulso consumista que le inculcaban los anuncios. Sus días eran asfixiantemente similares, era preso de la monotonía. Sus cortinas negras impedían a lxs transeúntes entrometerse en su lúgubre soledad. Consideraba a los animales un engorro. Se reprochaba sus fracasos. Consideraba que nadie podría quererle jamás. No estaba dispuesto a desperdiciar ni un solo instante sin vivir su realidad con intensidad.

Era un hombre desalentado. Vivía hacinado en un estrecho sótano con una ventana que daba a los pies de la gente. Sus ropas eran harapientas. Le molestaba profundamente ver gente. Se sentía incapaz de pensar con valentía en el futuro. Pasaba las horas muertas viendo la puta televisión. No tenía amigxs que sobreactuasen como lxs de las series americanas. Nunca le llegaba el dinero para satisfacer el impulso consumista que le inculcaban los anuncios. Sus días eran asfixiantemente similares, era preso de la monotonía. Sus cortinas negras impedían a lxs transeúntes entrometerse en su lúgubre soledad. Consideraba a los animales un engorro. Se reprochaba sus fracasos. Consideraba que no había nadie a quien no pudiese querer.

Era un hombre desalentado. Vivía hacinado en un estrecho sótano con una ventana que daba a los pies de la gente. Sus ropas eran harapientas. Le molestaba profundamente ver gente. Se sentía incapaz de pensar con valentía en el futuro. Pasaba las horas muertas viendo la puta televisión. No tenía amigxs que sobreactuasen como lxs de las series americanas. Nunca le llegaba el dinero para satisfacer el impulso consumista que le inculcaban los anuncios. Sus días eran asfixiantemente similares, era preso de la monotonía. Sus cortinas negras impedían a lxs transeúntes entrometerse en su lúgubre soledad. Consideraba a los animales un engorro. Reflexionaba sobre sus fracasos y los consideraba éxitos de instrucción.

Era un hombre desalentado. Vivía hacinado en un estrecho sótano con una ventana que daba a los pies de la gente. Sus ropas eran harapientas. Le molestaba profundamente ver gente. Se sentía incapaz de pensar con valentía en el futuro. Pasaba las horas muertas viendo la puta televisión. No tenía amigxs que sobreactuasen como lxs de las series americanas. Nunca le llegaba el dinero para satisfacer el impulso consumista que le inculcaban los anuncios. Sus días eran asfixiantemente similares, era preso de la monotonía. Sus cortinas negras impedían a lxs transeúntes entrometerse en su lúgubre soledad. Consideraba a los animales seres cariñosos y leales, compañeros de viaje.

Era un hombre desalentado. Vivía hacinado en un estrecho sótano con una ventana que daba a los pies de la gente. Sus ropas eran harapientas. Le molestaba profundamente ver gente. Se sentía incapaz de pensar con valentía en el futuro. Pasaba las horas muertas viendo la puta televisión. No tenía amigxs que sobreactuasen como lxs de las series americanas. Nunca le llegaba el dinero para satisfacer el impulso consumista que le inculcaban los anuncios. Sus días eran asfixiantemente similares, era preso de la monotonía. Su ventana fue abierta de par en par, y la luz resplandecía sobre los nuevos colores de sus paredes.

Era un hombre desalentado. Vivía hacinado en un estrecho sótano con una ventana que daba a los pies de la gente. Sus ropas eran harapientas. Le molestaba profundamente ver gente. Se sentía incapaz de pensar con valentía en el futuro. Pasaba las horas muertas viendo la puta televisión. No tenía amigxs que sobreactuasen como lxs de las series americanas. Nunca le llegaba el dinero para satisfacer el impulso consumista que le inculcaban los anuncios. Sus días se componían de pequeños matices únicos que le alegraba sobremanera percibir.

Era un hombre desalentado. Vivía hacinado en un estrecho sótano con una ventana que daba a los pies de la gente. Sus ropas eran harapientas. Le molestaba profundamente ver gente. Se sentía incapaz de pensar con valentía en el futuro. Pasaba las horas muertas viendo la puta televisión. No tenía amigxs que sobreactuasen como lxs de las series americanas. Nunca necesitaba dinero con urgencia para satisfacer su creatividad, su curiosidad, su sensibilidad o su afecto.

Era un hombre desalentado. Vivía hacinado en un estrecho sótano con una ventana que daba a los pies de la gente. Sus ropas eran harapientas. Le molestaba profundamente ver gente. Se sentía incapaz de pensar con valentía en el futuro. Pasaba las horas muertas viendo la puta televisión. Tenía millones de amigxs, únicxs, que correspondían agradecidxs a su sinceridad incondicional.

Era un hombre desalentado. Vivía hacinado en un estrecho sótano con una ventana que daba a los pies de la gente. Sus ropas eran harapientas. Le molestaba profundamente ver gente. Se sentía incapaz de pensar con valentía en el futuro. Perdía la noción del tiempo zambulléndose en las profundidades de libros y cuadros de toda índole.

Era un hombre desalentado. Vivía hacinado en un estrecho sótano con una ventana que daba a los pies de la gente. Sus ropas eran harapientas. Le molestaba profundamente ver gente. Se sentía empujado a experimentar el presente con valentía y nobleza.

Era un hombre desalentado. Vivía hacinado en un estrecho sótano con una ventana que daba a los pies de la gente. Sus ropas eran harapientas. Le encantaba observar al prójimo y compartir sus sensaciones y sentimientos con él.

Era un hombre desalentado. Vivía hacinado en un estrecho sótano con una ventana que daba a los pies de la gente. Sus ropas poco importaban pues la magnitud de sus riquezas era intangible y ajena a la pueril estética.

Era un hombre desalentado. Vivía expandiendo su percepción y su conciencia, hasta el punto de sentirse al aire libre y liberado con sólo cerrar los ojos.



¿Era un hombre desalentado? Vivía expandiendo su percepción y su conciencia, hasta el punto de sentirse al aire libre y liberado con sólo cerrar los ojos. Sus ropas poco importaban pues la magnitud de sus riquezas era intangible y ajena a la pueril estética. Le encantaba observar al prójimo y compartir sus sensaciones y sentimientos con él. 
Se sentía empujado a experimentar el presente con valentía y nobleza. Perdía la noción del tiempo zambulléndose en las profundidades de libros y cuadros de toda índole. Tenía millones de amigxs, únicxs, que correspondían agradecidxs a su sinceridad incondicional. Nunca necesitaba dinero con urgencia para satisfacer su creatividad, su curiosidad, su sensibilidad o su afecto. Sus días se componían de pequeños matices únicos que le alegraba sobremanera percibir. Su ventana fue abierta de par en par, y la luz resplandecía sobre los nuevos colores de sus paredes. Consideraba a los animales seres cariñosos y leales, compañeros de viaje.  Reflexionaba sobre sus fracasos y los consideraba éxitos de instrucción. Consideraba que no había nadie a quien no pudiese querer. No estaba dispuesto a desperdiciar ni un solo instante sin vivir su realidad con intensidad. Sentía un acuciante afán por comprender las motivaciones de las personas y la necesidad de ayudar a las necesitadas. Y una mañana salió a la calle, sonrió a un bebé, y decidió comprarse unas manzanas.

Era el mismo hombre, un tipo feliz.














1 comentario:

companya dijo...

Virgen de las letras!!!!!
te has quedado agusto no??? jaja
sabes que este verano (como me abandonas) leeré todos los que llevo atrasados para tenerte presente :(

se feliz!!

et trobo a faltar ja!!

viva la guinness!

muaaackk