sábado, 27 de marzo de 2010

Insulto a la consulta, insulsa y sin culto I. (Divinidad en el diván)



Querido especialista, agradezco su disposición a atenderme y espero pueda serme de ayuda, pues debo confesar que no atravieso mi mejor momento, es más, directamente es que he dejado de creer en mi mismo.

Como sabrá, desde que creé todo cuanto usted conoce y desconoce, era mi única finalidad el establecer una vida justa y armoniosa, que honrase la intención de mi obra, que coexistiese satisfactoriamente y de un modo íntegro.
Es y fue siempre mi único propósito, y sinceramente me entristece sobremanera que una creación basada en metas tan nobles, derive en esa especie de holocausto social, emocional y espiritual al que asisto atónito de un tiempo a esta parte.
Cuando les otorgué el libre albedrío, fue a modo de muestra de confianza. Claro que podría obligarles a actuar de un modo honrado, pero luego carecería de sentido mi buena voluntad. Siempre supe que emplearían esa potestad para decidir en realizar esporádicamente actos reprobables, pero se están pasando de la raya. ¡Se están pasando de la raya!
Intento recordarles cuanto de maravilloso he puesto a su disposición. Manjares, familiares, paisajes y criaturas hermosas. Autosuficiencia y libre albedrío, tierra fértil y cielos azules. Y no es que espere que me lo agradezcan. Tanta deferencia es solo parte de mi afán por establecer la sinergia universal. Simplemente me gustaría que lo aprovechasen.

Pero por más que me esfuerce en satisfacer y compensar sus necesidades, incluso dejando espacio para el sacrificio que les haga sentirse realizadxs y las cosas negativas que les ayuden a valorar las positivas, ell=s se muestran impertérritxs, diabolicxs, si es que los demonios fuesen capaces de resultar ajenos a todo.
En una ocasión llegué a enviar a mi hijo a pagar por sus pecados, en un intento supremo de erradicar el mal, de hacer borrón y cuenta nueva. Pues debería usted de ver en que condiciones me lo devolvieron, hecho papilla. Torturado, vejado, humillado y crucificado. Y eso en tiempos en que no disponían de tecnología, y en que aun gozaban de cierto valor moral. ¿Qué no harían a día de hoy? Si es que aún obtienen ganancias y se pisotean entre ellos rememorando los ultrajes a los que sometieron a mi prole.
Pero yo, no sin cierta carga de frustración, insisto en obsequiarles con virtudes y presentes, con la cada vez más tenue esperanza de que recapaciten.
Y es que soy de carácter bondadoso y piadoso, quien me conoce lo sabe, pero es que en ocasiones me sacan de mis casillas.
Me enervo, me siento furibundo y descargo mi ira sobre sus cabezas, y no crea usted estimado doctor que les afecta en absoluto. Simplemente analizan las catástrofes y plagas a las que lxs someto en busca del modo de obtener algún rédito económico. Es decir, que me veo obligado a castigar a justxs por pecadorxs, les impongo brutales desgracias para intentar sacudir sus espíritus descarriados, y ell=s, ¡intentan lucrarse!
¿Qué debo hacer? ¿Lxs convierto en unxs autómatas que cumplan a rajatabla mi deseo, que vivan según unas pautas impuestas? Insisto, carecería de sentido mi buena voluntad, con el añadido de que habrían sido milenios perdidos en balde.

A ratos, en mi atemporalidad, me dedico a ahondar en estas cuestiones, y no consigo sacar nada en claro. Tengo la sensación de que ser omnisciente es inútil, de que mi ubicuidad solo me ayuda a constatar que se han tornado unas bestias infames hasta en el último rincón del orbe.
Mis presentes son convertidos en mercancía, mis castigos en negocio.
Mi huella en sus vidas es cada vez más insignificante, porque cada vez les importa menos todo. ¿Y que es eso de cagarse constantemente en mí? Deleznable.
¿Por qué debería seguir preocupándome por ellxs? Es imposible mantener mi sentido del deber ante semejante desidia.
Me equivoque de lleno y me siento inútil. Si es que aún soy capaz, escribiré recto sobre renglones torcidos: “No quiero saber nada más de esa panda de necixs. Buscaré algo para lo que realmente valga, o donde al menos me valoren. O me dedicare a los sudokus por los siglos de los siglos. Me harté. Dimito”.



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