domingo, 24 de enero de 2010

Belicismo epicúreo






Si no llega a ser por esa pereza que tantos disgustos causó siempre a sus familiares, a Rodaisis, la más haragana de cuantas personas conformen la humanidad, nunca la habrían echado de la pizzería, y aun hoy sucumbiríamos al horror.


Por suerte, la pillaron durmiendo detrás de un palet americano en la trastienda, y dio con sus huesos en la oficina del INEM. Bueno, aunque ella no lo entendiera así, también por suerte su vida como parada fue fugaz, porque pronto la llamaron de una agencia de esclavitud temporal, y le dieron un trabajo como moza de almacén.

A instancias directas e indirectas de sus acreedores, consintió volver a soportar el despertador. Muy a su pesar, estaba curtida en ello..

A los dos días, y con un contrato "indefinido" que ya en la oficina le habían pronosticado del orden de dos semanas de vigencia, se enfrentaba al almacén que acogería su alma unas diez horas al día.

Y desde luego, maldita la gracia que le hizo constatar que se almacenaba allí aquella inmundicia, y resignarse a convivir con ello ya no cinco minutos, sino las dos semanas que aún antes de transcurrir ya se le antojaban tortuosos lustros.

Pero de todos modos, seguramente debido a algun resorte interior responsable de la superación y el oportunismo aplicado a la misma, recurrió a la única virtud capaz de hacer sombra a su pereza, su astucia.

En un santiamén ya se había propuesto ganarse la confianza de sus superiores inmediatos, y a su vez extender su contrato de esclava moderna, y así, a su vez, ganar el tiempo necesario para sumergirse de lleno en los entresijos de la bioquímica.

Sí sí, sin ningún tipo de experiencia previa, siendo una completa neófita en cualquier asunto siquiera remotamente relacionado, se sentía más que dispuesta a mirar a Marie Curie por encima del hombro y cuanto antes mejor.

Su superior, Wenceslao Gutierrez, conocido en la planta como el "pichinardo", sencillamente no daba crédito. Esa muchacha había llegado a aceptar (sin rechistar) pasar un algodoncito entre todas las piezas ensambladas y por ensamblar de cuantísimos cohetes cargados con brutales sustancias, digamos perniciosas, allí habían. Era imposible no revisar su contrato de joven actual, y eso que el tenía fama de hombre sin escrúpulos. Pero que diablos, más que la piedad, le movía el interés por seguir viendo ese sacrificio humillante bajo su control y tutela.

Así pues, no sin maldecir y renegar mil veces por sus fueros internos, los rincones del rencor y el consuelo de la esperanza, pasaba los días fregando postrada a ras de suelo (porque pichinardo se vino arriba y le quitó precazmente el palo de la escoba para regodearse en su jerarquía), y las noches estudiando con extrema concentración y la devoción propia de quien pusiese en juego su vida.

Bueno, poco le duró el estudiar de ese modo inhumano, en realidad no le costó tanto llegar al quid de la cuestión, al punto que motivó su plan. Por fin comprendía la farmacodinamia y los mecanismos neuroquímicos de la lujuria, y con eso le bastaba. Ahora debía encontrar un método para aplicarlos, pero ya todo sería cuesta abajo, nada que ver con la inextricable maraña que se figuró al principio que sería llegar a entender todo aquello.

La verdad es que tuvo que reprimir la satisfacción de ver cumplidos sus objetivos durante muchísimo tiempo. En primer lugar porque el encargado era la antítesis de un acólito dispuesto, y la tuvo dos meses y medio con mil callos y lumbalgias antes de concederle el privilegio de palpar un salario. Pero lo superó con tenacidad, augurandose justas recompensas.

Una vez consiguió dinero, corrió hacia el sitio donde provean a la gente de sustancias para sus experimentos, que es un lugar que ella conoce y yo no, llámalo droguería, llámalo laboratorio farmacéutico, lo que sea, y se hizo con cantidades ingentes de testosterona, estrógenos, endorfinas, oxitocina, DHEA, feniletilamina, dopamina, serotonina, y sabe Dios cuántas sustancias más por el estilo.

Tanto estudiar química para eso, pero en fin, al menos superó su vagancia habitual y de paso se permitió enfundarse en una bata blanca acorde con su categoría científica, y empezó a mezclar un cóctel de la lujuria que es lo último que le faltaba a algunx que me se yo y no nombrare ahora.

No en probetas obviamente, sino en recipientes industriales alquilados para la ocasión con el poco sueldo que le quedaba tras comprar hormonas y enviar a la mierda a sus acreedores.

Con mucha paciencia, morro y constancia se dedicó a ofrecerse voluntaria cada vez que había que lustrar misiles, y, gramo a gramo, solapadamente, alterar el contenido de los mismos.

Cuando hubo por fin concluyó su labor, respiró aliviada y satisfecha. Había creado las armas bioquímicas. No esa indigna bazofia nociva que la gente entiende por armas bioquímicas, no. Las AUTENTICAS armas bioquímicas.

Ver el fruto de sus esfuerzos fue un placer que se dilato muchísimo, en segundo lugar, porque las cosas de palacio van despacio, y ya se sabe, hay que esperar a que el genocida de turno acabe de negociar los flecos de sus contratos antes de aniquilar alguna población.

Pese a todo, llego el día, y la dedicación y paciencia invertidas se vieron recompensadas con creces.

Tras el impacto de la primera de todas las ojivas que se abalanzaron aquel día desde los cielos a la zona sentenciada, la primera reacción fue de estupor, en las filas "agresoras" y en las "agredidas". La segunda fue la consumación de la fantasía suskindiana, una de las bacanales mas gordas acaecidas en el transcurso de la vida sobre el planeta. Una orgía de dimensiones épicas que desde luego hacía parecer una chiquillada el concepto "pornografía". Felaciones, flagelaciones, sodomías, coprofagias, e incluso dendrofilias y amokoscisias. El libertinaje sexual atroz en definitiva convertía el campo de "batalla" en un hervidero de placer por encima de la opinión del resto del mundo. El genocida de turno, se acercó a la zona con su mascarilla , y esquivando cuerpos sudorosos a diestra y siniestra, llegó hasta el líder de las filas, antes rivales, para negociar.

No tuvo en cuenta que el líder, aquel que fuese antes "rival", no se esperaba algo así, que no portaba mascarilla alguna y que estaba becerrísimo, así que allí mismo fue violado el genocida, con tan mala fortuna que la resistencia no hizo sino desgarrar sus organos internos con la fricción del inconmensurable órgano del citado mastuerzo. Aun hubo quien no pudo evitar follarse luego la boca del cadáver, porque aquello ya no había quien lo parase. Se hizo bueno el refran de "quien mata porculizando, porculizado muere"

Llegó un día tras mil orgasmos en que todo se relajó. Pero los estrechísimos vínculos que se habían formado entre aquellxs concitad=s habitantes del pantano de flujo y semen, resonaron por todo el globo. Pronto las guerras dejaron de hacerse por dinero, y empezaron a hacerse por vicio. Todo pueblo exigía ser bombardeado al menos dos veces por año, y a los líderes mundiales no les parecía mal, de hecho al fin pudieron dejar de esconderse para realizar sus orgías. Total, mediante húmedas cumbres también cumplían sus objetivos. Es más, los objetivos empezaron a ser las húmedas cumbres.

Lxs infantes por fin crecieron en un ambiente libre de violencia y de la hipocresía moral que supone criminalizar el natural sexo, y sólo cuando ellxs se sentían preparadxs, y bién se cuidaban sus padres y madres de que lo estuvieran, empezaban a montarse batallitas. La flora y fauna, a su vez, agradeció sobremanera este giro imprevisto y algún bicho avanzado a su especie incluso se aventuraba a compartir sus órganos con las personas, en una hermosa y romántica alianza entre asnos, puercoespines, patos y humanos.

Rodáisis nunca saltó a la palestra, pero si sacó buena tajada montando empresas de condones (por aquello de evitar pandemias), consoladores, aceites y lencerías para soldados modernas. A partir de ahí pudo dedicarse, al igual que el resto de nosotrxs, a aquello que era su máxima aspiración en la vida, descansar hasta la extenuación.

Así fue como ella y la dopamina salvaron el mundo temporalmente. Ahora sólo cabe esperar a que venga algún ambicioso a idear la manera de ostentar todo el poder sexual y vuelvan a llover venenos.


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