domingo, 24 de enero de 2010








El amanecer no anunciaba ni para la mas aguzada perspicacia el giro en que se veria envuelta la comunidad foca. Pocas veces uno de los patriarcas de un tan consolidado clan, veriase obligado a distanciarse tantos kilometros respecto a su siempre dependiente manada.

Las focas gruñian, los focos lloraban, se respiraba la preocupacion y la ansiedad por separacion en la colonia.
- no llegara ni a la segunda corriente- decian unxs.
- nosotrxs ni a primavera- sollozaban otrxs.
- que mas da la primavera, si papeamos bajo el agua, imbecil- espetaba el sabihondo sin idea de turno.

La expectacion era maxima, la tension se mascaba, aquello apestaba a tragedia, ¿desde cuando lxs foc@s tenian santo al que encomendarse?
Hasta la zona emigraron clanes “amigos” de dispar objetivo. Algunos dispuestos a convencer a Pericles de que no se enrolara en tan temeraria empresa, algunos pretendiendo suplantarle en cargo y funciones. Simples y llanos rapaces descarados.
Con el revuelo, incluso las presas metieron baza. Decian "oh si Pericles, tu que tanto has masticao nuestra estirpe, tomate unas vacaciones ya. Joder."

El mar estaba convulso, y toda fauna marina confusa y desubicada.
Pericles estaba encerrado en si, ajeno al sofoco foco, apretando los colmillos y jurando valentia. Distante a toda turba, seguia ofuscado, empecinado en restituir el honor de Agapito, su primogenito, adoptado y rescatado de las drogas bajo su propia tutela.
El mar clamaba con feroz ansia estabilidad, él, se reafirmaba en sus principios. Mucho lo habia reflexionado ya, solo quedaba la promesa que se hizo a si mismo.
No obstante, Agapito sí se sentia implicado en el incidente. Puede que hasta culpable, aunque se dijese "que me quiten lo bailao".

Asi fue como se acerco hasta Pericles y le susurro en codigo morsa al oido:

- Agradezco tu lealtad y mucho mas que eso. Valoro muy mucho tu arrojo, y la nobleza que te empuja a hacer acopio de el. Te vayas o te quedes, seguire admirandote, esforzandome por mejorar a tus ojos. Cada uno de mis actos y pensamientos, no iran encaminados sino a consolidar aquella nocion que hiciste brotar en mi, el sentido del respeto propio y ajeno, y a redimirme de las veces en que haya podido mancillarla, pues se de la honradez de tu intencion, y que de su exito depende mi felicidad y prosperidad como habitante de este mundo. He dicho.

Pericles, tan conmovido como para enternecerse, y tan halagado como para envalentonarse, replico:

- Se que la travesia sera larga y tempestuosa, que ahi fuera acechan tanto mil depredadores como la mismisima onanicion, pendientes de darme descanso eterno. En vista de tu arrepentimiento, comprendo que quizas te parezca excesiva mi decision, mas comprende que es firme y ferrea. Esto implica - prosiguio entre suspiros, gruñidos, lagrimones y en inequivoca actitud de despedida -, que no va a alterarse en lo mas minimo, y que por esta misma fortaleza de mi voluntad, volvere. Todo ira bien hijo. Todo ira bien.

Te he dejado espinacas en el frigorífico de todos modos. Por si acaso.
 
 
 
 
 
 

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