domingo, 24 de enero de 2010

Siempre mejor sapo que mal acompañado.








De que ahora mi vida es ese tipo de vida que tanta gente anhela, no cabe duda alguna. Y siendo sincero, se la deseo a todxs ell=s, si de veras es lo que quieren. Allá cada cual con sus preferencias.


Admito que gozo de lujos y privilegios, algunos incluso ostentosos hasta la obscenidad. ¿Y que?

Me baño en leche de burra, celebro opíparos banquetes de sublimes viandas en los que llego a poner en peligro mis arterias, sin olvidar la cantidad de excelente vino que los riega, que no escasea en absoluto.

Dispongo de las tierras de medio reino, me enriquezco a cada exhalación, hay miles y miles de vasallos a mis pies que no dudan en sacrificarse por mi, y paso las horas muertas regodeándome con desidia en mis riquezas.

-“A sus pies, mi señor” murmuran entre genuflexiones mientras cabalgo con mi excelente corcel a lo largo de mis no menos excelsas tierras y bosques. La puta que los parió, que poca dignidad. Creo que el único que me respeta y me mira a los ojos de manera sincera es el gato de la corte.

Estoy casado con una muy bonita princesa si, a la que debo todo cuanto poseo y soy, y ella procura alejarme del hastío que me provoca tanta opulencia rutinaria. Siempre, y esto significa siempre, está encima de mí. “Hay que visitar a los duques de Cantalapiedra de arriba”, “Manda azotar al tabernero que ha mancillado mi honor postrando su mirada en mis enaguas”, “Tengamos quince vástagos que perpetúen la estirpe” y un largo etcétera de impertinentes milongas. Pero yo no le presto demasiada atención. Yo a lo mío con mi lacónico semblante apático.

Esos ratitos en que gozo de su ausencia, son los que aprovechan mi séquito de carroñerxs, que me secunda por decreto del oligofrénico gerontócrata de mi suegro, para rondarme con sus pretensiones. “Oh, si vuesa merced tuviese a bien concederme el dominio de la cantera”, “Oh, Amo, que excelente seda la de su túnica, sin duda alguna no existe comparación para con ella”, para luego solicitar no se que prórroga de unos impuestos que yo ni siquiera gestiono. Maldita sea, ¿Qué habré hecho yo para merecer a semejante gentualla constantemente en derredor?

Aunque mucha gente tenga motivos para envidiarme, en el fondo hace falta estómago para detentar tanto privilegio. Yo en particular estoy asqueado de estar en mi pellejo.

Solo me debato entre la apatía y la nostalgia. Hubo un tiempo en que fuí tan y tan feliz que se me tuerce el gesto al recordarlo. Así transcurría, plácida, mi existencia….

Yo solía ser el mas vacilón del pantano, con mi panda de colegas croando letras guarras entre los helechos. De vez en cuando tocaba aparearse y menudas juergas nos corríamos, que desenfreno, que despiporre. Pasábamos los ratos saltando de aquí hacia allí, con una alegría pura, inocente. Echábamos un vistazo a los renacuajos y les enseñábamos a croar a pleno pulmón en cuanto eran lo bastante mayorcitos. Por no hablar de cuando quedábamos para cazar moscas y atiborrarnos. Luego nos sentábamos, globosos, en los nenúfares, a digerir en paz y a mofarnos de los hombrecillos que pasaban sudando con sus cargas por los senderos, ¡que pringaos, siempre deslomándose!

Sus crías a veces se acercaban con la intención de darnos caza, y la tarde se tornaba un espectacular vaivén de huidas estrepitosas. Pero el día llegó en que no hubo carcajada infantil a modo de preámbulo, y en que me dieron caza, a trapera traición. Yo me rascaba la panza, ajeno a todo, cuando una grácil mano me asió, me elevó y sentí un pegajoso ósculo en mi gepeto de batracio. Había sido condenado.

Me salieron unos dorados y horteras tirabuzones, piernas de gimnasta y voz de mentecato con la que ya no podría croar baladas viscerales de mocos y pus en la ciénaga. Mis amigxs y novias ya no me reconocían.

Yo no daba crédito al cambio, pero en fin, hay que probarlo todo, pensé. Ahora ya lo he probado, llevo un mes de prueba y estoy hasta los reales cojones. A falta de una santa bruja que vuelva a concederme el beneficio de sus mal llamadas maldiciones, sólo me queda tentar al destino intentando invertir el proceso.

Sé que los labriegos, aunque con mucho disimulo, me miran de modo extraño, y es que deben pensar que se me ha ido la flapa cuando me ven lamer ranas a diestro y siniestro. Pero oye, es toda la esperanza que me queda, hacer el gilipollas de ese modo. Si es cierto eso que ha llegado a mis oídos eso de que algunas colocan, al menos echaré la tarde sin soportar en demasía a aquella panda, incluida Catalina, fuente de la que manan mis desdichas, la losa que asfixia mi paciencia.

Porque ella no podía ser una humilde y honrada formicofílica dispuesta a criar insectos para darse gusto no, a ella le tenían que poner perra los sapos que descansan tranquilos y felices.

Mi primo Cesar Raúl, angustiado por mi terrible situación, ha decidido incluso agenciarse un cartelito a modo de advertencia. Ojalá tenga mejor suerte que yo.



















Gràcies companya per la foto!

1 comentario:

companya dijo...

ggrr sale cortada la gran foto!!! jeje
con lo bonita q es! d las mejores que tienes eh jajajaa muaackk