domingo, 24 de enero de 2010

Del sillin al botellin, y a la inversa




Esta es la historia de un colectivo de personas bastante dispares, unidas por una aficion comun: empinar el codo.
Podriamos decir que ya desde su mas tierna infancia, estos seres mostraron una profunda predisposicion hacia los liquidos fermentados y destilados. Esto explica los biberones llenos de whisky de algunx de ellxs, y es que aun no tenian las neuronas hechas papilla, y sabian buscarse la vida.
La decadencia paulatina licuo el cerebro de la mayoria de ellxs hasta reducirlo a un organo bastante justito pero suficiente. Tibercio, Juan, Sara, Adelina y Anton le daban al tequila tanto como para ser consideradxs hijxs predilectxs de Mexico. Patxi, Olegario y Rodolfo bebian mas absenta que agua y algo parecido les sucedia a Israel, Bartola, Magdaleno y Dionisio con el ron, eso si, dadas las pesimas condiciones economicas de estxs ultimxs, el ron era de garrafa, pero no debemos obviar que cualquiera de lxs previamente mencionadxs seria capaz de beberse hasta la bilis de su propia madre si se les prometiera embriaguez mediante tal agradable ingesta. Asi mismo Ataulfo, Victorina, Agripina, Romualdo y Pedro se dividian entre quienes adoraban a Baco sin piedad y quienes se pimplaban litros y litros de sangre de Cristo a diario.
Algunxs de lxs otrxs tambien poseen trayectorias nada desdeñables, que incluyen goteros de vodka, por ejemplo, pero han preferido mantener el anonimato.
Semejante abundancia de sensatez y calidad humana solo podia coincidir en un lugar. Bueno no, podrian coincidir en cualquier bar, cantina, bodega o farmacia, pero antaño fueron personas de una inteligencia notable, y como quien tuvo retuvo, decidieron darse una segunda oportunidad, y asi fue como coincidieron en alcoholicxs anonimxs.
Pronto hicieron buenas migas rememorando (no sin agotadores esfuerzos mentales) sus noches locas, porque mucho habian bebido, mas mucho mas no habian vivido.
Se dijeron que ya estaba bien de desparramar y que se buscarian un hobby que les apartase de la senda de la ictericia cronica.

Tras darle vueltas y vueltas, relacionaron las cosas en comun que todxs tenian, entre ellas la prohibicion tajante e irreversible por parte del gobierno de conducir cualquier tipo de maquina con motor.
Asi, dieron con una solucion que a todxs parecio simpatica y efectiva, pasearian en bici como las hordas idiotas de fans de Chanquete.
Con lo que se ahorraron dejando de beber dos dias pudieron comprarse una bicicleta, el casco, rodilleras, coderas, la mancha para inflar las ruedas, un chaleco reflectante para ser vislumbradxs durante la noche, el candado para atar la bici a la farola, un maillot bastante comodo, un faro que les permitiese iluminar el camino proximo en la oscuridad, zapatillas de freno de recambio y se abstuvieron de comprar la cantimplora por aquello de alejar la tentacion.
Israel, Bartola, Magdaleno y Dionisio eran algo mas pobres, pero tambien pudieron hacerse al menos con lo necesario, a saber: Bici de segunda mano y chalequito robado de guantera de un FIAT.
En fin, tampoco quisieron cantimplora, siguiendo el ejemplo de sus compañerxs mas acaudaladxs. Eso fue una estupidez, porque las personas tropiezan dos veces con la misma piedra, quien tuvo retuvo y bla, bla, bla, y asi, tras dos excursiones de contemplacion espiritual y “mens sana in corpore sano”, la tercera inicio el camino de las llamadas bici-barathones, donde recorrian desde el primero hasta el ultimo de los bares de la zona, pedaleando y pillando el pedal.
Les parecia mucho mas divertido y emocionante desplazarse haciendo eses y potando que en monotona linea recta y sudando sin objetivo.

Aquella radiante mañana de primavera sin embargo, y aunque pueda parecer mentira, no se dirigian a ningun bar, ni tienda de licores, ni nada por el estilo. Su meta no era alcanzar una barra. Su meta, (una de las poquisimas en el mundo con suficiente peso como para sacarles del bar donde estaban arrasando con el bebercio), era un supermercado local, que segun la reciente propaganda televisiva, ofrecia dos cervezas de dudosa procedencia al precio de una. Mas que suficiente. En este pais basta decir "gratis" para provocar la desbandada, y a ese conjunto de angelitxs basta decirles "cerveza" para inducirlo a la frenetica estampida desesperada.

Asi fue como se dieron las circunstancias propicias para que un peloton descontrolado de ciclistas como una cuba embistiese a gran velocidad el coche de la octogenaria Sra. Mallol, que venia del super de comprar zanahorias, provocandole un disgusto y un susto de los que aun no ha conseguido recuperarse. Tiene pesadillas recurrentes con mil caretos amarillos de ojos escarlatas pegados a cuerpos temblorosos que intentan atravesar con bicicletas su coche cuando se dirige silbando a casa por la autovía..
 
 
 

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