domingo, 24 de enero de 2010

¡Paul Cézanne tenía el muelle flojo!



Las letrinas son una explosión maloliente de colores. La gama cromática se hace patente en todas las fosas sépticas, llenándolas de alegría. Y es que es sencillo ver la inmundicia de color de rosa.


Cualquier pintor con un mínimo de pericia, encontrará inspiraciones únicas si encasqueta su cráneo en la taza tras haber plegado sus ancas.

Los conocidos como “pedos pintores” son más pintores que nunca. Los truños recorren todo un abanico de colores, como por ejemplo el azul cielo, el escarlata (sin que haya habido algún desgarro necesariamente), el verde musgo y el amarillo más chillón.

Las combinaciones dan lugar a composiciones preciosas, que bien podrían enmarcarse y ser exhibidas en las salas de mayor prestigio mundial.

Y es que las postrimerías de cualquier banquete se convierten en una espectáculo, que recuerda a la pirotecnia, donde se dan cita y entrelazan millones de colores, no sin el factor sonoro que incorporan las ventosidades, y cuyo único inconveniente es el terrible hedor que de él emana.

El espectador mas astuto y perspicaz encontrara en estos collages fecales ciertos parecidos con cuadros históricos, banderas nacionales, y el plumaje de un cernícalo por citar solo algunas de las infinitas posibilidades que ofrecen, y a su vez, la persona sensible vera en estos frescos en porcelana una hermosa manera de reflejar emociones y sentimientos tan difíciles de plasmar como la euforia, la paz, la dignidad o el odio.

Las deposiciones se han convertido en otra forma de expresión artística y social, que ya ha revolucionado ámbitos tan dispares como el cine, la fotografía o incluso la literatura, como demuestra la recién publicada novela congoleña “El arcoíris tras la lluvia de mierda”, éxito sin precedentes de ventas y crítica.

Esta evolución intestinal, que tan satisfactorios (y no solo en cuanto al alivio físico atañe) resultados reporta a nuestra siempre bohemia raza humana, tiene unas causas muy concretas, y a ellas debemos estar agradecidxs, que es de bien nacidxs.

Así pues, no podemos volver a admirar nuestros pasteles cada vez que liberemos a Willy, sin mostrar nuestro más profundo agradecimiento a la industria de la alimentación y los macrointereses que la regulan.

Gracias a ellos llevamos varias generaciones tragando colorantes químicos y derivados del petroleo varios a espuertas, con estos espectaculares resultados. Y es que en vez de sacarnos los colores a la cara con semejante proceder, nos los sacan al esfínter tras teñirnos el intestino con mil pigmentos de nombres tan peregrinos como X-G82.

Así que nada, mil gracias por lo que nos ahorramos en Titanlux (para un buen gotelé solo hay que ponerse a cuatro patas y espurrear con violencia, por no hablar de la gracilidad que lucen los "estocados veneci"anos") por amenizar nuestras sentadas en el trono, y por hacernos sacar lo mejor de nosotrxs mismxs de un modo tan colorido.

Para aquellxs que experimentáis y desarrolláis nuevas técnicas a través de vuestros rectos, ya sabéis cual es la consigna: cada día al Mc Donald’s sin falta. Y de postre un Frigo-Pie.

Y quienes no tengáis dinero para permitiros esta sana y recomendable dieta, no os azoréis. A dia de hoy ya todo alimento básico está química y genéticamente tratado y os ayudara en vuestros objetivos artístico-excrementicios. ¡A sublimar el impresionismo intestinal se ha dicho!

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